Luciano Castro protagoniza "Desnudos", obra que está tercera en recaudación y que pone sobre el tapete el tema de la pareja. La polémica foto, cómo vive actuar en su ciudad y cuenta qué ritual calma su temperamental manera de vivir.
Con el tema de la pareja como bandera de la obra “Desnudos” (Teatro Neptuno), Luciano Castro va al grano, sin rodeos aparentes. “Más allá del juego erótico y de lo que puede ser la vedette de la obra, que es vernos en bolas a todos, hay un texto y un contenido en el espectáculo”, dice el actor, que nació en Mar del Plata y dejó la ciudad a sus cinco años.
El contenido de la obra apunta a que la platea se plantee qué tan sincero se puede ser ante una pareja, cuánto se la puede conocer, qué dilemas atraviesan a ese binomio moderno, el núcleo sobre el que pesan hoy tantas críticas. Y cómo la vida en sociedad nos va poniendo caras: una realidad es la que vive la pareja entre cuatro paredes, la otra es la que se abre cuando esa pareja está frente a sus pares, por ejemplo.
En la ficción de la pieza, que tiene dirección de Alejandro Maci, Castro se pone en la piel de Federico, personaje que está en pareja con el que interpreta la actriz Brenda Gandini.
“Seríamos como la pareja más blanca de las tres, somos los que todavía creemos en el amor, nos amamos más allá de cualquier dificultad o de cualquier mar de fondo, las otras dos parejas están un poco más rotas. Nosotros somos los menos intoxicados”, define.
En una reunión de parejas amigas, una de ellas propone llevar a la práctica un juego: reconocer a su pareja con los ojos vendados, en un juego que se desarrolla bajo determinadas condiciones.
“Literalmente quedamos todos desnudos, y también desnudos a nivel de las miserias, porque empezamos a manifestar cómo somos las parejas puertas para adentro y cómo somos socialmente”, apunta el intérprete, quien actúa en la misma obra junto a su pareja en la vida real, Sabrina Rojas, mamá de sus hijos. El elenco se completa con Luciano Cáceres, Gonzalo Heredia y Mercedes Scápola.
“Muchas veces te juntás con tus amigos a comer un asado y después te vas y empezás a comentar ‘che lo vi mal a éste, éste otro tenía cara de culo, estos nos se hablan…’ y no te fijas cómo estás vos. La idea es hablar de otro para no hablar de uno. En ese aspecto también quedamos desnudos, el desnudo nos involucra a todos”, explicó a LA CAPITAL.
-¿Te parece que el escándalo de tu foto íntima que se hizo viral (el año pasado) podrá ayudar a la promoción de “Desnudos”?
-No, no creo, no pensé realmente lo que me estás diciendo, no está apuntado a eso, no me interesa y no nos interesa. Además, no hice nada malo, ya lo hablé con mi mujer y no tengo que explicarle nada a nadie.
-¿Cómo es trabajar con Sabrina, tu pareja?
-Es buenísima la experiencia, mucho mejor de lo que pensé cuando surgió la propuesta. Llega un momento en que estamos en casa y decimos ‘basta, basta de hablar de trabajo’. Como que nunca podés cortar y cuando te das cuenta tenemos un familión enorme que nos está esperando, y no podemos estar hablando de teatro todo el tiempo porque lo más importante es que somos papá y mamá antes que actores. En un momento uno mira al otro y le dice ‘basta, basta’. Y ahí se acabó de inmediato, no hay ningún pero.
-¿Qué te produce hacer teatro en Mar del Plata, tu ciudad?
-Siempre Mar del Plata es Mar del Plata, cuando tengo que hablar de Mar del Plata dejo de ser imparcial porque no puedo. Sé que es una plaza difícil porque la gente viene a distraerse, viene a divertirse, y si no les llevás algo con lo que pueda mínimamente identificarse en una hora veinte la obra no va. Es muy simple lo que digo. Sé que es una plaza difícil porque hay muchas propuestas, hay muchísima diversidad y hablo de (los espectáculos) de la Rambla hasta el teatro más caro, en la movida de salir y de divertirse vale todo para la gente, eso también está bueno.
-¿Qué opinás, se puede conocer totalmente a tu pareja?
-Yo estoy seguro de que reconocería a mi pareja con los ojos tapados, pero hay condiciones en el juego, no es que te vendás los ojos y salís a tocar a cualquiera. Hay reglas que acortan las posibilidades de que sea fácil que conozcas a tu pareja, ahí está el conflicto mayor, porque ¿y si me caliento con la mujer de otra pareja? Me parece que el otro es infinito y más cuando la charla no es algo cotidiano. Si la charla no es cotidiana podés entrar en un limbo que te lleva a cualquier lado, ahora si la charla con tu pareja es cotidiana tenés más chances de saber con quién estás.
-¿Te parece que la clave es charlarlo todo?
-Sí, charlar hasta lo que te parezca más escabroso y lo que pueda lastimar, hay que decirlo, porque el dolor es solo el momento pero la agonía es espantosa.
-¿La palabra sana?
-Para mí sí, por lo menos en nuestra pareja funciona así y está instalado ese código. Nosotros pasamos miles de inconvenientes y miles de crisis y nos pusimos a hablar. Así funcionamos nosotros, Sabrina y yo.
-¿Hablan o son de esas parejas que gritan mucho?
-No, no, para nada, no hace falta. Yo que soy mucho más temperamental me di cuenta de que tiene más contundencia una palabra bien aplicada y bien dicha que un grito fuera de tiempo y forma.
-Y siendo tan temperamental, ¿el mar te calma?
-Muchísimo, muchísimo, me desespero. Llego a Mar del Plata y ni voy a casa, voy derecho a la costa, me meto al agua y después me subo a la camioneta y me voy para casa, lo hago siempre. Y lo hago desde que tengo uso de razón, ni siquiera lo hago desde un lugar de compromiso porque en la ruta voy solo, no voy con mi familia. Voy, me meto en el mar, no lo puedo evitar. No hay más que el mar, en ese momento en que pasé la rompiente, puedo sentarme, empezar a estirar el cuello, las piernas, los brazos, ese silencio, ese darme vuelta y ver toda la bahía, esas son cosas mías, que solo yo sé lo que se siente, no lo comparo con nada. Y más nosotros que vivimos en una vorágine constante, que es inexplicable, para mí el mar no tiene precio.